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viernes, 15 de mayo de 2015

Una de indios

En mi tierna infancia no todo fueron palizones de mi padre. También me zumbaba mi madre con la alpargata. ¡¡Qué arte!! Me daba muy cabreada, pero nunca atinaba a dañarme.

Si la cogía por detrás y le endiñaba tres o cuatro besos en el pescuezo, aquello acababa en carnaval Jiji, jajá

El maestro, d. Eduardo, me zumbaba cuando le daba la gana. No era yo muy buen cantor, no señor. Y eso de ponerse todas las mañanitas de dios a desgañitarse vivo, cantando algo al sol y una camisa nueva, nunca me levantó la pasión. Puyazos con la regla me llevé más de uno y más de dos.

Ya de mayor, hasta mi tío el ronco,( dios te guarde en su gloría tronco) se arrancó por seguiriyas y me endiñó un ostión que aún me chifla la oreja.

En aquellos años, los niños éramos la percha los palos.

¡Cuánto ha cambiado la cosa!! Ahora son los infantes los que acosan y si se te ocurre amenazarles, prepara el macutillo y ve caminando al cuartelillo tú sólo, antes de sentir la humillación de ver a los vecinos asomar la nariz a la llegada de la guardia civil.

No cambio mis palos por ninguno de los privilegios que ahora tengan, los de la Wii.

Ríos de aguas blancas hasta las trancas de barbos. Los ¡¡pescábamos a mano!! Libélulas montadas en helicópteros imaginarios. Perchas de pájaros. Gusanos con linternas en procesión. Guerras con afiladas flechas. Barcos de juncos que encallaban en charcas. Renacuajos escurridizos. Cuentos de Frasco el Torillo. Churre de queso. Zambombas de pellejo de conejo. Espadas de caña con empuñadura de mimbre. Partidos de fútbol hasta las tantas. Olor a lápiz y goma.

De olores y colores está dibujada mi infancia. Si señores.

De buscar leña, darle de comer a la cabra, ir a la fuente a por agua. De matanzas, de leche de cabra. De olor a tostón con aceite, metido hasta el fondo en la mejor tinaja. De olores a orujo, a mulo sudado, a estiércol de cuadra. A magdalenas recién hechas, a pan de Miguel.

A una de indios…

Bonita fue mi infancia cojones


1 comentario:

Anónimo dijo...

Así es también la mía, Manué!
Añoranza!